
usos rituales y simbolos de la madera en distintas culturas
La madera ritual
Hay objetos que guardan dentro de sí algo más poderoso que su forma. He visto madera convertirse en plegaria, en protección, en augurio. La madera, materia viva en todas las culturas, se convierte en puente entre lo visible y lo oculto, entre el suelo donde pisamos y el cielo que no comprendemos.
Pienso en máscaras africanas talladas con precisión reverencial, ojos que miran desde el otro lado del tiempo, rostros que convocan espíritus, memoria tallada en ébano o caoba. Pienso también en el poste sagrado del pueblo mapuche, la Rewe, que es una escalera ritual hacia lo divino, madera que asciende lentamente desde la tierra húmeda hasta el aire leve de los dioses.
Cada cultura tiene en la madera una respuesta a sus preguntas esenciales. Los tótems del Pacífico Norteamericano son relatos verticales, historias que crecen hacia lo alto como árboles antiguos, guardianes silenciosos de tradiciones familiares, de linajes, de mitos compartidos.
En Japón, la madera de ciprés de los templos Shinto se vuelve pura con el tacto humano, adquiere textura de santidad, y cada columna y dintel se erige con la humildad y la precisión de quien se sabe parte de algo mayor. Los torii, puertas de madera en rojo vibrante, marcan la frontera invisible entre lo profano y lo sagrado, entre el ruido cotidiano y la quietud de lo eterno.
¿Y qué decir de la madera en las ceremonias fúnebres, desde las piras rituales hindúes hasta los ataúdes tallados en África occidental, que cuentan la historia de una vida en símbolos y figuras? La madera, al consumirse en fuego o al reposar bajo tierra, devuelve al hombre a su lugar original, cierra ciclos, y permite que el espíritu viaje ligero hacia otro tiempo, otro espacio.
La madera es también música. Es el tambor que late en las noches de danza, la flauta que sopla plegarias al viento, el instrumento tallado con cuidado para honrar a los dioses. Cada golpe en la madera, cada sonido producido, es un llamado, una invocación, un modo humano de romper el silencio universal y ser escuchado por aquello que nos excede.
La madera ritual no pertenece al hombre. Es él quien pertenece a ella. En estos usos simbólicos, la madera enseña que los humanos somos breves y frágiles, pero también capaces de atravesar fronteras invisibles, gracias a objetos simples que guardan toda nuestra esperanza y nuestro temor. La madera nos recuerda, siempre, que somos materia de un relato mayor, seres efímeros conectados eternamente con el misterio del mundo.
Martín Elizondo. México